De forma habitual, la patata que más se suele consumir es la patata blanca. Con ella podemos preparar una amplia variedad de platos, además de resultar accesible y fácil de almacenar en nuestra despensa. Pero, como hablábamos en nuestro artículo La patata: ¿cuántas variedades podemos encontrar? existe una diversa gama de tipos de patata entre los que podemos elegir. Con todas obtendremos unos platos exquisitos, pero conociendo un poco mejor algunas de sus características, podremos conseguir darle un punto más de sabor o de textura a nuestras recetas.
¿En qué se diferencian la patata roja y la patata blanca?
Como es de suponer, la principal diferencia entre ambas es el color de la piel de la patata. La patata roja presenta una piel roja y algo menos rugosa que la patata blanca, mientras que la patata blanca presenta una piel marrón o amarilla.
Ambas presentan alto contenido en almidón, pero la patata roja tiene un índice menor que la blanca. Al contrario que pasa con el azúcar, ya que en la patata blanca el porcentaje de este ingrediente es algo más pequeño que en la roja.
Otra de las diferencias que podemos remarcar entre ambas son los tamaños. Es frecuente hacer uso como guarnición de las patatas blancas de menor tamaño, existiendo platos específicos de estas, cocinándolas enteras y con su piel. Esto se debe a que esta patata tiene unos tamaños más diversos, pudiendo encontrar un abanico que va desde la más pequeña, (normalmente utilizada para cocinar y consumir de una pieza), a la más grande (que suele pelarse y consumirse troceada). La roja tiene un tamaño medio y menos variado.
Por otro lado, también se encuentra diferencia en la textura de cada una de ellas. Mientras que la roja podemos ver que es más definida, en la blanca observamos que es más esponjosa. Esto hace que puedan ser más idóneas unas u otras, dependiendo del tipo de plato y el proceso de preparación por el que tenga que pasar el tubérculo.
Un tipo de patata para cada plato
La elección que hagamos no determinará un fracaso absoluto en nuestra cocina, pero sí que nos puede ayudar a conseguir “ese puntito” que a veces nos falta y no sabemos a qué se debe.
¿Cómo? Por ejemplo, conociendo la textura de cada una de ellas. Hemos indicado que la patata blanca tiene una textura más esponjosa, y esto la hace ideal para hacer con ellas un buen puré. De igual manera, resulta la indicada para hacer patatas fritas.
Por su parte, la patata roja es más entera. Esta característica hace que se rompa menos y, por lo tanto, no se nos desmenuce cuando la cortemos después de hervirla. Es por eso que resulta exquisita para preparar ensaladas, guisos o cocinar al vapor. Otro aspecto que la hace ideal para los guisos, es que absorbe mejor los sabores, lo cual puede aportar un punto extra a nuestro plato.
Elijas la que elijas, no te preocupes: ¡seguirá siendo nutritiva y deliciosa!
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